Una sorpresa azúl ha sacudido la Costa Blanca: algunas de las playas más concurridas han sido cerradas tras el avistamiento del dragón azul, una criatura marina pequeña pero peligrosa.
Las autoridades se han visto obligadas a actuar rápido para proteger a bañistas y turistas.
La alarma comenzó en Guardamar del Segura, provincia de Alicante, donde se reportaron dos ejemplares de Glaucus atlanticus flotando cerca de la orilla, especialmente en Playa Vivers. Estos nudibranquios, conocidos como “dragones azules”, apenas alcanzan los 3-4 centímetros, pero son todo menos inofensivos.
Lo peculiar —y aterrador— de esta criatura es que se alimenta de organismos urticantes como la carabela portuguesa. No solo se los come: absorbe sus células urticantes y las almacena consigo, lo que lo convierte en más venenoso que sus víctimas.
El jueves 20 de agosto, el alcalde José Luis Sáez activó la bandera roja y prohibió el baño en todas las playas del municipio como medida de emergencia. Rápidamente se desplegó un dispositivo preventivo con vigilancia constante, botes de salvamento y patrullas costeras.
No hay cifras oficiales sobre picaduras, pero los mensajes de las autoridades fueron claros: no tocar al dragón azul, ni siquiera con guantes; en caso de picadura, lavar la zona con agua de mar, aplicar compresas frías y acudir al servicio médico más cercano.
Aunque pequeños, estos animales causan reacciones dolorosas: náuseas, vómitos, irritación cutánea y, en casos raros, reacciones alérgicas intensas. El riesgo de una mala experiencia era suficiente para cerrar playas, aunque luego la situación se controló rápido.
Al día siguiente, tras no detectarse más ejemplares, las autoridades relajaron la situación colocando la bandera amarilla: el baño se permitió, pero con mucha prudencia y bajo vigilancia continua. Otros lugares como Valencia, Lanzarote, Mallorca y Cádiz también reportaron cierres temporales por casos similares.
La reaparición del dragón azul en el Mediterráneo, tras casi 300 años sin registros, es motivo de preocupación científica: su presencia creciente en 2021 y este verano podría estar vinculada al calentamiento global y cambios en las corrientes marinas.
Aunque algunos expertos, como el biólogo Juan Lucas Cervera, apuntan que aislar unos pocos ejemplares podría parecer una sobre-reacción, la decisión de cerrar playas se tomó por seguridad pública; después de todo, pocos se arriesgarían a tocar un animal bello… pero potencialmente tan doloroso.
Este incidente evidencia lo impredecible que puede volverse el mar y cómo ecosistemas remotos, impulsados por la crisis climática, llegan a nuestras costas. También recuerda la importancia de estar atentos a cambios ambientales que pueden afectar actividades cotidianas como un baño en la playa.
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