El overturismo es el fenómeno por el cual un destino turístico recibe una cantidad excesiva de visitantes, superando su capacidad de carga y generando impactos negativos.
Esto provoca una degradación ambiental, presión sobre las infraestructuras locales y un deterioro de la calidad de vida de los residentes, transformando la experiencia tanto para turistas como para la comunidad.
Una iniciativa controvertida, pero llena de significado, ha puesto de manifiesto recientemente las tensiones relacionadas con el overturismo en las Dolomitas, en Italia. Un agricultor de Val Gardena, exasperado por los daños causados por la afluencia incontrolada de visitantes, instaló un torniquete de pago en la entrada de un sendero que lleva a un famoso mirador sobre las Odle. La idea, un peaje de 5 euros por el paso y por tomar fotos, fue sin embargo rápidamente bloqueada por la Provincia de Bolzano, ya que el sendero se encuentra dentro del Parque Natural Puez Odle.
La situación estalló en las redes sociales gracias a una publicación del presidente del CAI Alto Adige, Carlo Alberto Zanella. Su mensaje denunciaba la novedad del “peaje en los senderos” en una de las zonas más fotografíadas de las Dolomitas, definida como “invadida por paletos, influencers, youtubers e instagrammers”, y atribuía el fenómeno a una “forma de turismo incluso querida políticamente”. Esta declaración ha encendido el debate sobre la sostenibilidad del turismo de masas y el papel que figuras como influencers y youtubers juegan en atraer a un número cada vez mayor de personas a lugares frágiles.
No es la primera vez que un gesto similar ocurre en estas zonas. Hace ya algunos años, otro agricultor había instalado un torniquete para limitar el asalto de turistas a una famosa iglesia en Val di Funes, demostrando que la exasperación de los residentes no es un fenómeno aislado. El torniquete instalado en Val Gardena es del tipo que se encuentra comúnmente en baños públicos o estadios, un claro símbolo de la privatización del espacio y la necesidad de regular los flujos.
Es importante destacar que, a pesar de la aplicación de una tarifa, la iniciativa del agricultor no parece tener fines económicos, sino más bien ser una provocación y una forma de protesta. El propietario del terreno está profundamente preocupado por los daños ambientales: los prados pisoteados y el abandono de residuos son problemas concretos que socavan el ecosistema alpino y la calidad de vida de quienes habitan y trabajan en estos lugares.
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