Inteligencia artificial y niños: así los podemos proteger de esta tecnología

La inteligencia artificial (IA) ya forma parte de la vida diaria de muchos niños y adolescentes. Usan chatbots, asistentes virtuales, aplicaciones que generan contenido, herramientas de aprendizaje automatizadas…

Todo eso puede ayudar, pero también plantea riesgos. No basta con prohibir; lo importante es educar, acompañar y regular.

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Inteligencia artificial y niños: así los podemos proteger de esta tecnología (Esdregiondemurcia.es)

El uso de la IA crece rápido entre los jóvenes. Herramientas como ChatGPT o similares les resultan atractivas porque ofrecen respuestas inmediatas, apoyo para los deberes, compañía conversacional.

Pero esa facilidad tiene un precio: el riesgo de desarrollar lo que los expertos llaman “débito cognitivo”, una especie de dependencia al soporte externo que debilita el pensamiento crítico. También hay preocupación por el impacto psicológico si los menores idealizan máquinas, les atribuyen emociones que no tienen o confunden realidad con simulación.

Otro tema serio es la privacidad y la seguridad de los datos. Los niños muchas veces no saben qué información comparten o quién puede usarla. La protección legal y la supervisión técnica son indispensables para evitar que esos datos sean usados sin control. Por ejemplo, diseñar sistemas que verifiquen la edad, que limiten el acceso a contenidos según la madurez del usuario, y que incluyan controles parentales.

Medidas prácticas para cuidarlos y educarlos en el uso de la IA

Para minimizar los riesgos, padres, educadores, reguladores y empresas deben colaborar.

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Medidas prácticas para cuidarlos y educarlos en el uso de la IA (Esdregiondemurcia.es)

Aquí algunas pistas concretas:

  • Diálogo abierto. Los padres tienen que hablar con los hijos sobre qué herramientas usan y por qué. Revisar juntos las respuestas que les da un chatbot, comentar sobre posibles errores o exageraciones que haga la IA.
  • Límites de uso. Establecer horarios o tiempos máximos para usar aplicaciones de IA. Evitar que se transforme en una herramienta de confort emocional constante. Mantener espacios sin tecnología, de juego libre, lectura, socialización.
  • Educación digital. Enseñar qué es la inteligencia artificial, cómo funciona, sus fallos posibles (por ejemplo, alucinaciones: respuestas que parecen ciertas pero no lo son). Fomentar el pensamiento crítico: que los jóvenes se pregunten “¿por qué me dice eso?”, “¿esta respuesta parece fiable?”, “¿lo puedo comprobar?”.
  • Controles técnicos. Herramientas de verificación de edad, modos seguros para menores, restricciones de contenidos. Las empresas deben diseñar versiones de IA aptas para adolescentes, con filtros y supervisión. Autoridades regulatorias deberían supervisar dichas implementaciones.
  • Protección de datos y privacidad. Informar claramente a los jóvenes qué datos están recolectando y para qué. Que los padres y tutores sepan cómo se usan esos datos. Legislaciones que obliguen a transparencia. Evitar compartir fotos, ubicaciones u otra información sensible sin pensar en las consecuencias.
  • Supervisión responsable. No se trata de vigilancia total, sino de acompañamiento: comprobar que esos dispositivos o apps usados por los chicos no sean fuentes de ansiedad, aislamiento o desinformación. Estar atentos a cambios de humor o hábitos que puedan indicar uso excesivo.

En conclusión: la inteligencia artificial ofrece muchas oportunidades para los niños, pero sin cuidado puede generar pérdidas de autonomía, dependencia, riesgos sobre la privacidad y el bienestar mental. Crear una cultura de uso consciente, con reglas claras y acompañamiento real, puede protegerles. El futuro digital debería ser una herramienta para crecer, no un riesgo evitado tarde.

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