Ronda, situada en el noroeste de la provincia de Málaga, en pleno corazón de Andalucía, es una de las ciudades más espectaculares y con más personalidad del sur de España.
Su localización, sobre una meseta rocosa partida en dos por un profundo desfiladero —el famoso Tajo de Ronda, excavado por el río Guadalevín—, le otorga una imagen única en el mundo. Desde sus miradores, las vistas hacia los acantilados, los campos de olivos y la sierra circundante dejan sin aliento a cualquier visitante.

Fundada originalmente por los celtíberos y más tarde romanizada bajo el nombre de Arunda, Ronda ha sido testigo de numerosas civilizaciones. Los árabes la convirtieron en una medina próspera, fortificada y llena de vida cultural. Tras la conquista cristiana en 1485, la ciudad experimentó una profunda transformación urbana, pero conservó buena parte de su trazado original y su encanto andalusí.
Su monumento más icónico es el Puente Nuevo, una imponente obra de ingeniería del siglo XVIII que une las dos mitades de la ciudad. Con casi 100 metros de altura sobre el abismo, es símbolo de Ronda y una de las construcciones más fotografiadas de España. Además, los otros dos puentes —el Puente Viejo y el Puente Árabe— permiten comprender la evolución histórica del asentamiento y su adaptación al terreno abrupto.
En el casco antiguo, conocido como La Ciudad, se encuentran joyas arquitectónicas como la Casa del Rey Moro, con su famosa mina de agua que desciende hasta el río, y los Baños Árabes, considerados los mejor conservados de toda la península ibérica. Las iglesias, como Santa María la Mayor, erigida sobre la antigua mezquita principal, y los palacios renacentistas, revelan el esplendor de distintas épocas.
Pero Ronda no es solo historia. Es también cuna del romanticismo y refugio de escritores y viajeros. Figuras como Rainer Maria Rilke o Ernest Hemingway quedaron profundamente impresionados por su belleza. Hemingway llegó a escribir que Ronda era “la ciudad más romántica del mundo”.
Ronda: cultura, naturaleza y tradición andaluza
Además de su patrimonio monumental, Ronda ofrece una vibrante vida cultural y un entorno natural de enorme valor. Es el corazón de la Serranía de Ronda, una región montañosa con pueblos blancos, rutas de senderismo, bodegas tradicionales y parques naturales cercanos, como el de la Sierra de las Nieves, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

La ciudad también es considerada una de las cunas de la tauromaquia moderna. Su plaza de toros, la Real Maestranza de Caballería de Ronda, inaugurada en 1785, es una de las más antiguas y elegantes de España. Cada año, durante la Feria de Pedro Romero, se celebra la famosa “corrida goyesca”, en la que los toreros visten trajes inspirados en los grabados de Goya, lo que la convierte en un espectáculo de arte, tradición y color.
Pasear por las calles de Ronda es un viaje sensorial. Las fachadas encaladas, los patios floridos y los aromas de jazmín acompañan al visitante mientras descubre pequeñas tiendas de artesanía, tabernas con tapas locales y cafés con vistas vertiginosas al Tajo. La gastronomía es otro de sus atractivos: destacan los quesos de cabra serranos, los embutidos ibéricos, el rabo de toro y los vinos tintos con denominación de origen propia.
Ronda ha sabido mantener su esencia, combinando modernidad y autenticidad. A pesar del turismo, conserva un ritmo tranquilo, una atmósfera acogedora y una identidad profundamente andaluza. Llegar hasta ella es fácil desde Málaga o Sevilla, pero marcharse… es lo difícil. Quien la visita, suele llevarse consigo una sensación de haber estado en un lugar fuera del tiempo.
En definitiva, Ronda no es solo una parada más en una ruta andaluza: es un símbolo de la historia, la cultura y la belleza de España. Una ciudad suspendida entre el cielo y la roca, que conquista el corazón de todo aquel que la contempla.





